Sólo trabajo, nada de juego
La capacidad de equilibrar con éxito el tiempo para la familia, para el trabajo y para la vida personal afecta nuestro bienestar individual. Afecta también a los miembros de la familia y la cantidad de tiempo que podemos dedicar a nuestra comunidad. Un factor importante en el balance vida-trabajo es el número de horas que una persona trabaja. La evidencia sugiere que un horario de trabajo largo puede resultar perjudicial para la salud personal, poner en peligro la seguridad y aumentar el estrés.
En Australia, alrededor del 14% de los empleados tienen un horario de trabajo muy largo, una de las tasas más altas de la OCDE. Resulta interesante que los usuarios australianos del Índice para una Vida Mejor de manera continua asignan al tema del balance vida-trabajo una alta prioridad.
Los encargados del diseño de políticas públicas pueden ayudar a hacerse cargo de este aspecto mediante el estímulo de prácticas laborales favorables y flexibles. El Australia Institute (TAI) ha realizado investigaciones desde 2001 y en 2009 inició el programa “Día Nacional para Ir a Casa Temprano”, como una manera amable de iniciar una conversación con los australianos sobre la importancia de que su vida personal y el trabajo estén balanceados, así como los efectos que este aspecto puede tener en su salud física y mental, sus relaciones y su comunidad.
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Tomar en cuenta la felicidad
Preguntar a las personas cómo se sienten puede aportar mucha información sobre su salud, su educación, sus ingresos, su satisfacción personal y sus condiciones económicas; asimismo, con el tiempo puede ayudar a identificar las desigualdades antes de que éstas se arraiguen. Uno de los indicadores que se utilizan más es la satisfacción ante la vida. La satisfacción ante la vida evalúa, más que sus sentimientos actuales, su vida en su conjunto.
Desde el lanzamiento del Índice para una Vida Mejor en 2011, la satisfacción ante la vida se ha ubicado entre las principales prioridades de bienestar mencionadas por las personas, incluso de países donde las condiciones materiales, como el ingreso, el empleo y la vivienda, pueden ser muy pobres. Resulta claro que estar satisfecho ante nuestra vida es importante; ¿cómo podemos mejorar las políticas públicas para tomar esto en cuenta?
En la región sur de Dinamarca se desarrolló el parámetro “Buena Vida” para vigilar el grado de bienestar en la región. Una vez al año se pide a la población que evalúe su propio nivel de bienestar, tanto en general como en lo relativo a diferentes dimensiones de éste (como salud, relaciones interpersonales, etc.). La iniciativa brinda a los encargados del diseño de políticas públicas la oportunidad de explorar los vínculos entre las condiciones objetivas y las percepciones individuales de la vida en diferentes lugares. También ofreció nuevas perspectivas al debate de los daneses acerca del crecimiento.
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Estar seguro o sentirse seguro
La seguridad individual es un factor determinante para el bienestar de las personas y de forma amplia se relaciona con el riesgo de que sean víctimas de un asalto físico o de otro tipo de delito. El delito puede ocasionar la pérdida de vidas y propiedades, así como causar dolor físico, estrés postraumático y ansiedad. Uno de los mayores impactos del delito en el bienestar de las personas es la sensación de vulnerabilidad que les infunde.
Por tal razón, indicadores como las tasas de asaltos y homicidios pueden reflejar los riesgos que las personas enfrentan en un barrio o comunidad particulares. En Japón, menos del 2% de las personas informaron haber sido víctimas de un asalto durante los últimos 12 meses, una de las tasas más bajas de la OCDE. Según la información más reciente, la tasa de homicidios en Japón es de 0.3, la menor de los 36 países miembros. Sin embargo, la seguridad continuamente se califica como una alta prioridad en Japón y en la vecina Corea. ¿Qué puede hacerse para reducir la brecha entre estar seguro y de hecho sentirse seguro?
En 2012, en Seúl, el gobierno local puso en marcha la Iniciativa para Mujeres Solteras, con el fin de brindarles mejores servicios, entre ellos: una vivienda segura, un programa educativo, atención de la salud y oportunidades de empleo. Hasta ahora, 2 000 familias encabezadas por una madre soltera se han mudado a viviendas en entornos más seguros y se espera que más de 100 000 mujeres se beneficien del programa de prevención de la violencia.
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